La clave para 2023: la inflación y los precios de la energía

Tras las reuniones de los bancos centrales de diciembre, los inversores han recibido un mensaje nítido: tanto la Fed como el BCE están preocupados de que las presiones inflacionistas subyacentes puedan ser persistentes, a pesar de las alentadoras señales que hemos recibido recientemente, especialmente al otro lado del Atlántico. Con esto en mente, los responsables de la política monetaria parecen incómodos con la recuperación de los mercados, que implica una relajación de las condiciones financieras que deshace parcialmente el endurecimiento monetario.

De momento, los bancos centrales han conseguido enfriar el optimismo inversor con mensajes de dureza monetaria, pero si la inflación sigue cayendo su capacidad para hacerlo disminuirá drásticamente, ya que los inversores no considerarán creíble que las autoridades monetarias sigan subiendo tipos en un contexto de inflación claramente a la baja.

Así, sobre todo en la primera mitad de 2023, los inversores estarán centrados en la evolución de la inflación, que finalmente decidirá quién se lleva la victoria en la lucha entre los bancos centrales y los mercados.

En este sentido, habrá que vigilar especialmente la evolución de las materias primas energéticas, sobre todo petróleo y gas natural, ya que dependerá de ellas el mantenimiento de la actual tendencia de moderación de la inflación.

No confiamos en una caída adicional de los precios energéticos, porque existen factores, tanto de corto como de largo plazo, que sugieren que los precios del petróleo y del gas se mantendrán elevados, pero sí esperamos que se mantengan por debajo de los niveles alcanzados durante los meses de verano.

Entre los elementos de oferta a vigilar, habrá que prestar especial atención a los movimientos de la OPEP, que parece decidida a reducir el nivel de producción de petróleo, al estimar una caída de la demanda en 2023. Por otra parte, existe una significativa incertidumbre sobre los efectos del precio máximo para el petróleo ruso, acordado por los miembros del G-7 y que podría retirar del mercado un número considerable de barriles de crudo de los Urales. A mayor plazo, los incentivos de la industria para aumentar la capacidad de producción parecen limitados, en un mundo en el que los criterios de sostenibilidad serán cada vez más importantes.

En cuanto a los factores de demanda, la reapertura china parece el más importante, ya que llevaría aparejada una mayor demanda de hidrocarburos, tanto de petróleo como de gas natural. De esta forma, el abandono de las restricciones pandémicas chinas puede convertirse en un arma de doble filo para Europa, ya que el gigante asiático competirá con mayor ferocidad por el gas natural licuado. De hecho, los países europeos han tenido una mayor facilidad para llenar los depósitos de gas este invierno gracias a la menor demanda china, cuya actividad se mantuvo muy deprimida por la política covid cero.

Por supuesto, no podemos descartar un empeoramiento en la situación geopolítica, que potencialmente podría acarrear unos precios de la energía significativamente superiores a los actuales.

En definitiva, tendremos que estar muy pendientes en 2023 de las dinámicas de los precios del petróleo y del gas natural ya que, si se mantienen en niveles parecidos a los actuales, contribuirán a apuntalar el proceso de desinflación y, por lo tanto, el buen comportamiento de los mercados financieros mundiales.

Escribe:

Álvaro Manteca, responsable de estrategia de inversión de BBVA Banca Privada.