El optimismo se pondrá a prueba esta semana
02/09/2024
A pesar de que cerramos agosto con los índices mundiales de renta variable en terreno positivo (y en algunos casos en máximos históricos), pocos habrían podido descontar este resultado en la primera semana del mes. En efecto, el mes de agosto se caracterizó por un episodio de volatilidad extrema, que se inició tras la publicación de unos decepcionantes datos de empleo de julio en Estados Unidos, lo que llevó a los inversores a temer una desaceleración brusca de la actividad en el país. Otros factores que coincidieron en el tiempo, como la repentina apreciación del yen después de que el Banco de Japón subiera por sorpresa sus tipos de interés, provocaron un movimiento de aversión al riesgo y la salida desordenada de inversores de muchas clases de activo.
Afortunadamente, la publicación posterior de datos que avalaban la fortaleza subyacente de la economía estadounidense, permitió que se recuperara el optimismo inversor. Por ejemplo, la semana pasada, la agenda
macroeconómica estadounidense ofreció a los inversores lo que deseaban oír: los precios siguen su curso de moderación, mientras que la economía mantiene un significativo grado de fortaleza. Así, ha vuelto a instalarse en el ánimo del mercado el convencimiento de que la Reserva Federal ha conseguido ganar su batalla contra la inflación sin provocar por el camino una recesión económica, lo que ha permitido que se consolide la recuperación de las bolsas en el conjunto del mes.
Sin embargo, el informe de empleo de agosto en Estados Unidos, que verá la luz en la tarde del viernes 6 de septiembre, será una piedra de toque fundamental para mantener esta narrativa, incluso más importante que la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole o que los resultados de la empresa Nvidia. De entrada, los riesgos que se avecinan de cara a este crucial dato macroeconómico se antojan muy asimétricos: por una parte, es poco probable que una fuerte generación de puestos de trabajo en agosto en Estados Unidos descarrile el recorte de tipos que se espera por parte de la Fed en septiembre, o bajadas graduales posteriores, sobre todo porque los datos de precios siguen siendo consistentes con la expectativa de que la Reserva Federal será capaz de llevar los precios hacia sus objetivos de largo plazo.
Por el contrario, una segunda sorpresa consecutiva a la baja del empleo, reforzaría los temores de que el mercado laboral estadounidense se encuentra al borde del precipicio, lo que requeriría un ciclo de bajadas de tipos de interés rápido y profundo por parte de la Reserva Federal. Esto provocaría una nueva revisión brusca de los precios de los principales activos financieros y potencialmente episodios de gran volatilidad. En suma, dependiendo del dato de empleo del próximo viernes, podrá anticiparse si la bajada de la Fed en septiembre será de 25 o de 50 puntos básicos.
Nosotros nos inclinamos por lo primero. Este pronóstico se basa en la premisa de que el informe de empleo de julio estuvo sesgado por el huracán Beryl y, por otra parte, en la existencia de evidencias macroeconómicas que indican que la demanda sigue siendo saludable. Así, los datos siguen apuntando a una economía que puede estar desacelerándose respecto de trimestres anteriores, pero que sigue dando muestras de robustez. La revisión del PIB del segundo trimestre y los sólidos datos de gasto personal de julio, conocidos la pasada semana, avalarían esta expectativa.
En definitiva, si los datos de empleo de agosto se ajustan a las previsiones que maneja el consenso, es decir, se generan unos 165.000 puestos de trabajo y la tasa de desempleo baja una décima, hasta el 4,2 por ciento, no habrá motivos para la alarma y los mercados podrán continuar desplegando su tendencia alcista. Del mismo modo, si la publicación supera las expectativas de los analistas, seguirá sin discutirse una próxima bajada de tipos de 25 puntos básicos por parte de la Fed el día 18 de septiembre.
Por el contrario, otra subida en la tasa de desempleo o un decepcionante número de nuevas nóminas, reavivará los temores de recesión al otro lado del Atlántico y a buen seguro provocará incertidumbre inversora y caídas en el precio de los activos de riesgo. No es nuestro escenario principal, pero tampoco podemos descartarlo.