Frances Jensen

Neuróloga y madre

"Los adolescentes son máquinas de aprendizaje".

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Las conductas adolescentes, que muchas veces nos parecen irracionales o testaduras, pueden tener su origen en problemas relacionados con el desarrollo del cerebro, concretamente del lóbulo frontal y las áreas que manejan los centros de riesgo-recompensa. Así, antes de juzgar a nuestros hijos, debemos recordar que su cerebro a veces no es capaz de llegar a ciertos tipos de conclusiones y que quizás es nuestro papel ayudarles a llegar a ciertos razonamientos. Como madre, sé que a veces es difícil mantener la calma durante un estallido emocional, pero si nos paramos a pensar, casi todo ocurre por alguna razón biológica. Es interesante recordar que sus cerebros son más activos ya que cuentan con más células y más conexiones. Al mismo tiempo, su lóbulo frontal tiene más dificultades a la hora de gestionar ciertas emociones. En ese sentido, existen diversos estudios realizados con escáneres IRM funcionales que nos indican que los adolescentes responden el doble ante un estímulo emocional.

Por todo esto, es importante que mantengamos una buena relación con nuestros hijos ya que experimentan niveles muy altos de estrés y van a necesitar de nuestra ayuda, incluso en sus primeros años como adultos. Nos corresponde a nosotros realizar un ejercicio de control y pararnos a pensar antes de emitir un juicio.

Respecto a si hay diferencias entre chicos y chicas, parece que los chicos, en general, están unos dos años por detrás de las chicas en lo que se refiere a completar su desarrollo cerebral, especialmente respecto a la poda de las sinapsis y la mielinización que está aislando dichas conexiones. No obstante, cada caso es diferente ya que hay chicas tardías y muchos chicos precoces.

Entonces, ¿los adolescentes son más vulnerables al estrés? La respuesta es sí, principalmente por su mayor respuesta inconsciente a estímulos emocionales. Además, determinados niveles de estrés, que en un adulto podrían ser temporales, perduran más en un adolescente e, incluso, pueden derivar en trastornos por estrés postraumático o depresión años más tarde. En ese sentido, entra en juego la llamada plasticidad sináptica, que es cómo se crean y moldean las sinapsis y conexiones según las experiencias. Por ejemplo, si un niño estudia música desarrollará un mayor número de conexiones relacionadas con el oído musical. En el otro lado de la balanza, pueden aparecer conductas no deseadas como la predisposición a sufrir adicciones. Y es que la adicción es otra forma de aprendizaje que crea sinapsis más potentes en el circuito de las recompensas en los adolescentes que en los adultos. Siempre que hablo con adolescentes intento darles un consejo: “Cuidad vuestro cerebro ahora y él cuidará de vosotros después”.

Es importante insistir en este punto ya que su cerebro es más vulnerable y las drogas les afectan en mayor medida. Por ejemplo, sabemos que el consumo de alcohol en los últimos años de la adolescencia afecta a las sinapsis del cerebro y modifica sus circuitos. Incluso existen estudios que demuestran que las personas que han consumido alcohol de manera habitual durante su adolescencia tienden a arriesgarse más cuando son adultos que aquellos que no beben. Igualmente, el cannabis disminuye la actividad de las sinapsis, impidiendo la plasticidad sináptica. En definitiva, todo lo que ocurre durante la adolescencia puede en un futuro cambiar permanentemente la estructura del cerebro.

Por otra parte, dormir menos de lo necesario también puede reducir su capacidad de crear plasticidad sináptica. Debemos entender la privación del sueño como otra forma de estrés; y más en los adolescentes que viven con ritmos diferentes a los nuestros. Nosotros, como adultos, empezamos a segregar melatonina -una hormona que nos adormila- alrededor de las nueve de la noche. Los adolescentes, en cambio, la segregan a partir de las 11 de la noche, por lo que les es más complicado irse pronto a la cama y, por tanto, les cuesta despertarse pronto ya que se encuentran en un ciclo de sueño equivocado. Es por ello que muchos arrastran falta de sueño de forma crónica, hecho que nos puede invitar a reflexionar sobre si deberíamos tener en cuenta la biología a la hora de planear la jornada escolar.

Antes de finalizar la entrevista, me gustaría mandar un mensaje a los profesores e invitarles a que estén conectados con los estudios que están surgiendo acerca del cerebro adolescente ya que ellos, como maestros, están incidiendo en la plasticidad sináptica de sus estudiantes. En mi opinión, deben observar su salud emocional, además de estimularlos y ayudarles a que se exploren a sí mismos. Actualmente, conocemos mucho acerca del cerebro y podemos utilizar toda esta información para que sean más felices en este periodo de su vida y que éste sea aún más productivo.

Biografía

Frances Jensen es una de las figuras más respetadas en el campo del cerebro adolescente. Presidenta del Departamento de Neurología de la Universidad de Pensilvania, cuenta con una dilatada experiencia como profesora de neurología en la Escuela de Medicina de Harvard, directora de neurociencia traslacional y directora de investigación sobre epilepsia en el Hospital de niños de Boston. Autora de múltiples obras, en su trabajo “El cerebro adolescente. Guía de una madre neurocientífica para educar adolescentes” nos descubre de manera didáctica cómo funciona la mente en esta intensa etapa de crecimiento.