Hoy en día son ya muchas las personas que consideran la posibilidad de contratar algún plan de pensiones de cara a complementar su pensión pública en la jubilación. Debido a su creciente demanda, cada vez es más variada su oferta. Por esto, antes de lanzarse a la piscina y ponerse a firmar papeles es necesario hacerse la siguiente pregunta: ¿qué plan de pensiones me interesa más?
A la hora de saber cómo elegir un plan de pensiones, hay que tener en cuenta que solo puede rescatarse bajo una serie de contingencias o supuestos excepcionales muy determinados, tales como la jubilación, el fallecimiento, una enfermedad grave o una situación de desempleo, entre otras. Además, a partir del año 2025 también se permitirá en el caso de que las aportaciones tengan, al menos, 10 años de antigüedad. Esto implica que una vez que contratemos un plan de pensiones, sus características y comisiones nos acompañarán durante muchos años. Por ello es fundamental estudiar los catálogos de las entidades bancarias y elegir el plan de pensiones óptimo para nosotros.
Tipos de planes de pensiones según su política de inversión
Para saber qué plan de pensiones elegir, hay que conocer que existen seis categorías de planes de pensiones en función de su tipo de política de inversión que establece la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva (INVERCO). Tipos de planes de pensiones:
- Garantizados: cuentan con una garantía externa que asegura el capital y un rendimiento determinado. Son productos ideales para aquellas personas que quieren asegurar un ahorro de cara a la jubilación –aunque sea con ganancias limitadas– sin correr riesgos o cuando la jubilación esté muy próxima. Hay que tener en cuenta que la garantía se establece a una fecha determinada y el traspaso del plan de pensiones o el cobro de la prestación antes del vencimiento de la garantía puede suponer minusvalías para el partícipe o beneficiario.
- Renta fija a corto plazo: la política de inversión establece que los activos del fondo de pensiones se invierten en productos de renta fija con una duración inferior a los dos años, como por ejemplo en Letras del Tesoro. Ofrecen una rentabilidad estable que no suele variar demasiado ni acarrear sobresaltos. Sin embargo, el hecho de ser a corto plazo obliga a invertir en productos con tipos de interés bajos que reportan muy poca rentabilidad al partícipe o beneficiario del plan.
- Renta fija a largo plazo: la inversión se centra en activos de renta fija con una duración superior a los 2 años como los Bonos y las Obligaciones. Esta mayor duración, ofrece mayor rentabilidad, pero también mayor riesgo debido a las fluctuaciones de los tipos de interés.
- Renta fija mixta: invierten en activos de renta fija y renta variable, pero solo un máximo del 30 % de los fondos para la renta variable. Ante un escenario de tipos bajos estos productos que incorporan una parte de la cartera con mayor riesgo pueden ser ideales para intentar conseguir una rentabilidad extra que asegure el mantenimiento del poder adquisitivo.
- Renta variable mixta: en este caso, el porcentaje de los fondos del plan de pensiones que se invierte en renta variable oscila entre el 30 % y el 75 %. Aumenta la rentabilidad, pero también el riesgo.
- Renta variable: invierten en activos de renta variable más del 75 % del capital del plan de pensiones. Por ello, este tipo de política de inversión solo es recomendable si nos quedan bastantes años para la jubilación, ya que está claro que la rentabilidad puede ser elevada pero, también, que puede haber años de pérdidas que necesitaremos compensar.