Bolsas en 2023: dependencia crítica de la inflación

El año 2023 se presenta cargado de incertidumbres. Aunque es indudable que el escenario de riesgos ha mejorado algo en los últimos meses, sigue siendo ciertamente complejo.

En efecto, a partir de los meses de verano, estamos empezando a percibir un tono algo más constructivo. El primer paso para construir una narrativa más favorable lo tuvimos con el pico de inflación en Estados Unidos, que tocó techo en el mes de junio y ha venido descendiendo desde entonces. La expectativa de desinflación se vio reforzada por el IPC subyacente norteamericano, que alcanzó su nivel máximo en septiembre y lleva dos meses consecutivos de moderación. Más recientemente, y con todas las cautelas, el IPC en la eurozona parece haber marcado un máximo en octubre, aunque de momento tenemos un único registro más bajo, correspondiente al mes de noviembre.

Los factores que han posibilitado la desinflación son dos: por una parte, unos precios energéticos, básicamente petróleo y gas natural, que se mantienen en unos niveles sustancialmente inferiores a los registrados durante los meses de verano. Por otra parte, el mejor funcionamiento de las cadenas de suministro mundiales está posibilitando unas menores presiones en los precios de las manufacturas, que están contribuyendo decididamente a moderar los niveles de IPC.

En respuesta a estas señales esperanzadoras en el ámbito de la inflación, los inversores han empezado a descontar una menor agresividad por parte de los bancos centrales, que efectivamente han reducido el ritmo de subidas de tipos de interés en sus últimas reuniones, aunque su discurso sigue siendo claramente agresivo, ya que quieren evitar en la medida de lo posible la euforia de los inversores.

Mientras tanto, las economías están dando señales de una resistencia mayor de la esperada y el escenario de estanflación que se vaticinaba hace unos meses no se ha materializado con nitidez. Aunque es previsible una situación de práctico estancamiento económico en 2023, de momento no tenemos evidencias de que vaya a producirse una recesión severa ni en Europa ni en Estados Unidos. A este lado del Atlántico, la caída de la demanda de gas natural, junto con unas reservas que se sitúan en estos momentos en unos niveles muy superiores a los normales en esta época del año, han alejado los riesgos de tener que sufrir restricciones de gas y electricidad durante los meses de invierno. Del mismo modo, los indicadores adelantados han recuperado terreno en noviembre y diciembre y los beneficios empresariales están sorprendiendo positivamente.

En Estados Unidos, la fortaleza del mercado laboral y el ahorro acumulado durante la pandemia, han permitido que la actividad resista el fuerte ajuste monetario que ha sufrido la economía más grande del planeta, que ha mantenido un sólido desempeño en el tercer trimestre del año. Aunque el crecimiento del PIB obviamente irá a menos en los próximos trimestres, no podemos descartar que la Reserva Federal tenga éxito en su propósito de llevar la inflación hacia el objetivo de largo plazo sin provocar una fuerte recesión económica.

Incluso en China, cuyo crecimiento se ha visto fuertemente penalizado en 2022 por las sucesivas olas de coronavirus, que han mantenido con restricciones sanitarias a buena parte del país, está abandonando de forma acelerada la política COVID cero, lo que abre la puerta de par en par a una recuperación mayor de la esperada en 2023.

Y con estos mimbres ¿qué podemos esperar para el comportamiento bursátil en 2023? Pues va a depender, casi exclusivamente, de la trayectoria que tome la inflación. En este sentido, existen dos visiones contrapuestas en el mercado: la primera, que es la que nosotros compartimos, aboga por que la inflación irá rápidamente a la baja y que los bancos centrales dejarán de subir los tipos de interés antes de provocar un brusco frenazo económico. En otras palabras, conseguirán un aterrizaje económico suave y llevarán la inflación hacia sus objetivos de largo plazo sin provocar una caída significativa en los niveles de empleo y actividad económica. Con este escenario, las subidas bursátiles estarían prácticamente garantizadas en 2023.

Por el contrario, otros analistas consideran que una recesión económica dura es inevitable y se basan en indicadores como la inversión de la pendiente de la curva de tipos o la fuerte caída de los precios del petróleo. Estos analistas creen que no se podrá controlar la inflación sin un retroceso relevante en los niveles de empleo y, por lo tanto, consideran que los bancos centrales no pararán de endurecer su política en 2023. Este escenario de recesión provocaría una fuerte caída de los beneficios empresariales y retrocesos adicionales en los mercados de renta variable.

Como hemos apuntado con anterioridad, confiamos más en la ocurrencia del primer escenario y creemos que las bolsas reaccionarán con alzas cuando se confirme el final del ciclo de endurecimiento monetario de los bancos centrales. Además, estamos convencidos de que en un entorno de desinflación, la dureza en el discurso de los bancos centrales cada vez influirá menos sobre el optimismo de los inversores. Del mismo modo, creemos que el proceso de ajuste monetario está prácticamente concluido y que quedan pocas subidas de tipos en el horizonte. En cualquier caso, la respuesta la tendrá la evolución que tomen los precios en los próximos meses.

Escribe:

Álvaro Manteca, responsable de estrategia de inversión de BBVA Banca Privada.