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La única certeza con Trump es que tendremos incertidumbre
10/02/2025
La estrategia geopolítica de Trump en la última semana ha sido una combinación de presión y concesión. Sus movimientos en política comercial, diplomacia y seguridad han mostrado una tendencia hacia la consolidación de su imagen como un negociador duro, dispuesto a desafiar las normas establecidas en el comercio internacional y la geopolítica global. La imposición de aranceles del 25 % sobre Canadá y México, seguida de su repentina retirada tras concesiones en seguridad fronteriza y lucha contra el tráfico de fentanilo, es un ejemplo claro de su estilo de negociación. Más que un cambio de rumbo, este episodio sugiere que los aranceles fueron una herramienta de presión desde el principio, diseñados para obtener concesiones políticas sin generar un coste económico inmediato.
El caso de China es diferente. La imposición de un arancel del 10 % sobre todas las importaciones chinas marca un endurecimiento de la guerra comercial, pero también parece una maniobra con múltiples capas de objetivos, no sólo mejorar la balanza comercial con el gigante asiático, que fue el objetivo principal durante el primer mandato del republicano.
En primer lugar, Trump pretende reforzar el liderazgo geopolítico estadounidense, enviando una señal de firmeza a aliados y competidores globales. En segundo lugar, busca debilitar la economía china en un momento de vulnerabilidad, cuando el crecimiento se desacelera y Beijing está lidiando con problemas estructurales en su sector inmobiliario y financiero. Por último, subyace la necesidad de asegurar la supremacía tecnológica, dificultando el acceso de China a tecnología crítica en sectores clave como Inteligencia Artificial y semiconductores.
La respuesta china ha sido moderada, con aranceles sobre productos energéticos y nuevas investigaciones contra gigantes tecnológicos estadounidenses, lo que indica que las autoridades quieren evitar una escalada inmediata, aunque no descartan represalias más agresivas si la situación lo requiere.
Europa, por su parte, está en el radar de Trump como el próximo objetivo de su estrategia comercial. En declaraciones recientes, ha insinuado que los aranceles sobre la Unión Europea podrían llegar "muy pronto", lo que ha llevado a líderes europeos a empezar a considerar medidas de represalia. La Comisión Europea ha advertido que, si Estados Unidos impone tarifas, la UE responderá con acciones equivalentes, incluyendo posibles restricciones a las grandes tecnológicas americanas. Sin embargo, Europa se encuentra en una posición más débil que China para resistir una guerra comercial prolongada. Su economía ya enfrenta una desaceleración y una crisis industrial, especialmente en Alemania, lo que reduce su margen de maniobra.
En el frente geopolítico, Trump ha vuelto a sorprender con su retórica sobre Gaza, sugiriendo la posibilidad de que Estados Unidos tome el control del territorio y lo transforme en una especie de "Riviera de Medio Oriente". Aunque estas declaraciones fueron rápidamente matizadas por su administración, reflejan un patrón característico de su estilo negociador: iniciar con una propuesta extrema para luego retroceder a una posición más realista que aún le permita avanzar en su agenda. Su declaración ha servido para marcar territorio en la discusión sobre la futura gobernanza de Gaza. Sin embargo, esta postura aumenta la incertidumbre en la región y podría dificultar las negociaciones para extender el actual alto al fuego con Hamas.
En el conflicto entre Rusia y Ucrania, Trump ha dejado entrever la posibilidad de un plan de paz que incluiría un alto el fuego antes de Semana Santa, algo que, de concretarse, alteraría significativamente la dinámica del conflicto. Si bien su administración ha negado que haya un plan formal, la mera mención de un posible acuerdo ha generado especulación sobre cuáles serían sus términos. Una posibilidad es que busque presionar a Ucrania para que acepte concesiones territoriales a cambio de garantías de seguridad por parte de Estados Unidos y la OTAN. También ha insinuado que Estados Unidos podría obtener acceso a los recursos naturales de Ucrania como parte de cualquier acuerdo, lo que encaja con su visión transaccional de la geopolítica.
En definitiva, debemos acostumbrarnos nuevamente a la hiperactividad comunicativa de Donald Trump, cuyo impacto se sentirá en múltiples frentes de la economía y la geopolítica. Sin embargo, también debemos asumir que su discurso debe tomarse en serio, pero no siempre de manera literal.