2007 dio el pistoletazo de salida a la primera Directiva de Servicios de Pago a nivel europeo: la PSD. Su implantación tenía como objetivo el afianzamiento de un mercado único de pagos online dentro del Espacio Económico Europeo, más sencillo y más seguro para el consumidor.
Ya en 2015, y de la mano de las nuevas tecnologías, se aprobó su actualización (bautizada como PSD2), y se empezó a aplicar en septiembre del pasado año 2019. Esta mejora, de tintes continuistas, busca seguir con el trabajo empezado por su predecesora: unificar los estándares y normas que regulan los pagos electrónicos y potenciar al máximo su seguridad.
Uno de los puntos clave para conseguir esta meta llega con la mayor participación en el mercado de las TPPs, o empresas proveedoras de servicios a terceros. Hasta la fecha, esta era más reducida por las numerosas trabas que tenían. Desde el 14 de septiembre quedarán eliminadas estas barreras, lo que generará una mayor competencia al haber más oferta en el mercado, con el consiguiente beneficio para el consumidor que contará con más opciones entre las que elegir.
Nuevas formas de pago
Con PSD2 aparecerán nuevas soluciones de pago electrónicas disponibles tanto para el consumidor como para el comercio. ¿Qué beneficios les aportan? Los comercios ofrecerán métodos de pago innovadores a sus compradores y además, tendrán una relación más directa con la entidad bancaria de los clientes al reducirse el número de intermediarios en cada pago.
¿Cómo se realiza esta “nueva” comunicación? Este es el punto en el que entran en juego las APIs (acrónimo, en castellano, de Interfaces de Programación de Aplicaciones) las cuales se encargan de facilitar la relación entre dos aplicaciones a la hora de intercambiar mensajes o datos. Un avance que ha ayudado en el crecimiento de empresas como Uber o Airbnb y por el que, hoy, el sector financiero quiere apostar para dar un paso más en su transformación.