La emisión descontrolada a la atmósfera de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el óxido nitroso, que genera el modelo de producción de agricultura tradicional, trae de la mano el calentamiento global y el cambio del clima. Ante este problema, ha ido cobrando gran relevancia el modelo de agricultura ecológica, que persigue reducir el fuerte impacto medioambiental que origina la actividad agrícola al tiempo que trata de ofrecer productos más saludables para el ser humano.
Sin embargo, todavía existe cierta confusión respecto a algunas de las ventajas y desventajas de este novedoso modo de cultivar: ¿estos alimentos ecológicos son realmente mejores para la salud? ¿De qué forma contribuyen a preservar el planeta? ¿Por qué tienen unos precios superiores? ¿Y qué puede hacer el comprador y consumidor para disminuir la emisión de gases contaminantes que se generan al producirlos?
¿Qué es la agricultura ecológica?
Por su inmenso volumen de producción al año y las grandes extensiones de terreno que ocupa a escala mundial, el sector agrícola se ha convertido en una de las actividades humanas que más gases de efecto invernadero emite a la atmósfera. Como contrapartida, y también reflejo de ese nuevo modo de actuar que guarda especial cuidado con el medio ambiente, durante los últimos años ha ganado protagonismo lo que ha venido a denominarse como agricultura ecológica, biológica u orgánica.
¿Qué es esta agricultura ecológica? Se trata de un sistema diferente, alternativo, de cultivo que, en su compromiso por respetar el entorno natural y mantener la fertilidad del suelo, no recurre a compuestos químicos, sino que se vale de recursos únicamente naturales para la obtención de alimentos de la mayor calidad. El objetivo de este tipo de agricultura pasa por conservar el ecosistema. Para ello, no utiliza técnicas de manipulación genética y todo el sistema se orienta al trabajo mediante recursos renovables.
Junto a la eliminación de pesticidas y fertilizantes de origen sintético o químico, la agricultura ecológica pivota en torno al uso eficiente de los distintos recursos, entre los que destaca el terreno. Y es que no deteriorar el suelo en el que se siembra, permitiendo que este se pueda regenerar, y obligar a rotar de forma periódica los cultivos, es lo que diferencia a los productores agrícolas que han elegido la agricultura ecológica. También se gestionan sus plantaciones amoldándose a los períodos del año que son propicios para cada especie de cultivo.
Ventajas e inconvenientes de la agricultura ecológica
Conservar y favorecer la fertilidad del suelo, ayudar a preservar la biodiversidad (fauna y flora) del entorno local más próximo, gozar de un mayor control de la calidad del agua que riega la explotación y, finalmente, generar los llamados alimentos ecológicos, carentes de aditivos artificiales ni modificaciones genéticas, son parte de la larga lista de ventajas que ofrece la agricultura ecológica. Sin lugar a dudas, se trata de una vía de labrar la tierra que se esfuerza en aligerar el impacto medioambiental que ocasiona el sector agrícola.
No obstante, el consumidor debe a su vez ser consciente de algunas limitaciones que también afectan a la agricultura ecológica y ser cauto. Por ejemplo, con el etiquetado de muchos productos que se autodenominan ‘ecológicos’ sin serlo. Por un lado, acciones propias de la agricultura ecológica, como rotar los cultivos o no aplicar fertilizantes químicos, rebajan la productividad de las explotaciones, de modo que se vuelve inevitable dedicar terrenos más extensos a la actividad agrícola, algo que puede conllevar una mayor huella contaminante y un peor impacto en el ecosistema.
Asimismo, sobre la cuestión de la calidad de los productos y su precio a priori superior, no debe aceptarse esa regla falsa de que un alimento ecológico resulta siempre más sano. La calificación ‘ecológico’ responde al origen y modo de obtención de un producto, pero no implica que sea a la fuerza más beneficioso para el organismo. Hoy en día, se trata de un error muy habitual el atribuir virtudes casi increíbles, y en muchas ocasiones injustificadas, a ciertos alimentos únicamente porque en su envasado se indica que han sido cultivados o elaborados de manera ecológica, sin técnicas de procesamiento. Se requiere una descripción más detallada de la composición del producto en cuestión para que el consumidor pueda saber con seguridad si su ingesta es beneficiosa para el cuerpo humano.
Futuro del sector agrícola: hacia un enfoque sistémico
Entre las posturas maximalistas, y a menudo opuestas, que representan al sector agrícola más tradicional y a la reciente agricultura ecológica, una vez más la solución de futuro quizás resida en el punto intermedio, es decir, tomando lo mejor de cada manera de cultivar. Más allá de elegir entre uno u otro, es clave analizar las necesidades y posibilidades de cada explotación agraria. A este respecto, el enfoque sistémico tiene mucho que ofrecer y su aportación al sector puede resultar decisiva en la evolución hacia un modelo agrícola eficiente y sostenible.
Este enfoque sistémico parte de una idea primordial. Todo productor agrícola responde a una lógica de trabajo marcada por las características de su plantación y de los recursos de los que dispone. Siguiendo esta premisa, el análisis pormenorizado, en busca de un conocimiento lo más específico posible, ha de preceder a la implantación de cualquier medida que se pretenda llevar a cabo.
El enfoque sistémico tiene en consideración cuestiones como el tipo de terreno, su extensión, los elementos climáticos y la proximidad de núcleos de población. Y es que, citando un ejemplo, parece carente de sentido adoptar técnicas de agricultura ecológica con el fin de reducir los efectos nocivos sobre el entorno, si luego los productos cosechados se envían a lugares remotos del mundo, con el consiguiente coste energético y la contaminación que producen los medios de transporte (camiones, barcos, aviones, etc). Por tanto, desde esta perspectiva, ha de fijarse la atención en el proceso completo y tomar medidas consecuentes y coherentes en cada una de las distintas fases que van desde la siembra hasta la distribución del producto en un supermercado o gran superficie comercial.
Hacer la compra de alimentos ecológicos: ¿Un apoyo al desarrollo de un sector agrícola sostenible y ecológico?
Situaciones como las vividas a raíz de la COVID-19, cuando el cierre de fronteras en muchos casos retrasó e incluso limitó la llegada de alimentos procedentes de otros países, ha puesto en valor ante los ojos del consumidor la importancia de contar con una potente producción agrícola de proximidad. No solo resulta más sostenible para el medio ambiente, debido a que reduce en porcentaje alto los gases de efecto invernadero generados durante el desplazamiento físico de las mercancías, sino que apoya directamente al sector local que vive gracias a la agricultura y también permite habilitar niveles de control durante todo el proceso y ya directamente en origen, lo que repercute en alimentos de mayor calidad para la salud.
No cabe duda de que estas ventajas dan una confianza y un valor extras al consumidor y compensan, en el caso de existir, ese pequeño incremento del importe que cuesta llenar el carro de la compra con alimentos más ecológicos. Sin embargo, puedes ahorrarte una cantidad de dinero significativa si compras y consumes de manera organizada, es decir, revisando lo que tienes en la despensa y nevera antes de salir hacia el supermercado, lo que evita que se compre aquello de lo que ya se dispone hasta que esté por acabarse, adquiriendo los alimentos de temporada (cuyo precio siempre resulta inferior) y comprando a granel siempre que sea posible, para así poder llevarte solo lo necesario.
Además, es recomendable leer con detenimiento el etiquetado de los productos de alimentación, así como verificar sus certificaciones, para saber su composición. No hay que dejarse engañar por los ‘falsos alimentos ecológicos’ o esos que no trazan su procedencia, o no explican qué componentes poseen o de qué forma afectarán a la salud. Es crucial prestar atención a la información de cada producto. Solo así se descubre lo qué contiene y si verdaderamente es interesante llevarlo con uno a casa.
En definitiva, consumir alimentos sanos supone una inversión a futuro. Es un beneficio a largo plazo, porque cocinando y, sobre todo, comiendo de forma saludable se ayuda al cuerpo a que se mantenga en forma, proporcionándole los nutrientes que necesita para funcionar y regenerarse. Conceder dentro de la compra un papel preponderante a productos agrícolas de máxima garantía tal vez implique un pequeño gasto adicional, pero también reportará un gran beneficio desde ese momento y en adelante.