La seguridad es un criterio de máxima importancia para muchos inversores que, por pura aversión al riesgo o por un criterio de prudencia respecto a su objetivo de inversión, tratan de eliminar o minimizar las posibilidades de incurrir en pérdidas.
Matices de la psicología de la inversión aparte, la seguridad de una inversión cobra más importancia cuando más cerca temporalmente hablando se encuentre el objetivo para el que invertimos. El tiempo condiciona de forma importante la inversión porque otorga o quita margen de maniobra.
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Medir la seguridad: la volatilidad
¿Existe la inversión sin riesgo?
Un activo libre de riesgo es aquel que ofrece una rentabilidad conocida previamente y su riesgo es cero, es decir, su volatilidad es nula y por lo tanto su valor no cambiará con el tiempo. Dado que rentabilidad y riesgo están directamente relacionados, el activo libre de riesgo ofrecerá un retorno bajo y además el concepto “libre de riesgo” está sujeto a matices. Un ejemplo puede ser la deuda pública de un país muy solvente: con muy alta probabilidad hará frente a sus compromisos, pero no se puede asegurar con certeza absoluta que no ocurra lo contrario.
Cualquier inversión que busque rentabilidad adicional a la ofrecida por este tipo de activos, deberá asumir un mayor riesgo. Este es uno de los principios básicos de la inversión que todo el mundo debería tener muy claro.
¿Qué inversiones son más seguras?
Basándonos en el criterio de seguridad, podríamos clasificar algunas de las inversiones más conocidas de menor riesgo a mayor riesgo según se indica:
Ahorros y depósitos bancarios
Estos productos ofrecen una rentabilidad fija conocida de antemano y generalmente a un plazo determinado. En entornos de bajos tipos de interés suelen ofrecer una rentabilidad muy reducida, por lo que estos productos están generalmente recomendamos para inversores conservadores que priman seguridad a rentabilidad. El riesgo inherente a estos productos radicaría en la quiebra de la entidad financiera, si bien están garantizados hasta 100.000 € por cliente a través del Fondo de Garantía de Depósitos.
Inversiones en Renta Fija
Hay una amplia variedad de activos de renta fija, algunos de bajo riesgo (como las Letras del Tesoro) y otros de alto riesgo (como por ejemplo títulos de renta fija de países emergentes). La rentabilidad es fija y conocida con anterioridad siempre que se mantengan los títulos hasta su vencimiento, si bien existen una serie de riesgos:
- Riesgo de mercado: es la posibilidad de que los valores coticen por debajo del precio que pagamos por ellos.
- Riesgo de liquidez: es el riesgo de que no se encuentre contrapartida en el mercado y, por tanto, que no se pueda vender el producto.
- Riesgo de crédito: Es el riesgo que se asume por la posible falta de abono de los intereses y/o la inversión principal por parte del emisor.
Inversiones en Renta Variable
Por renta variable solemos referirnos a las acciones de las empresas, que adquirimos en mercados de valores organizados. Son títulos que cotizan y su volatilidad es superior a la de los títulos de renta fija. En contrapartida, aspiran a obtener rentabilidades superiores. Los títulos de renta variable no ofrecen una rentabilidad predeterminada (aunque algunos ofrecen pagos periódicos en forma de dividendos) y su evolución se encuentra sujeta a variables internas como la gestión de la compañía, pero también a variables externas como factores políticos o macroeconómicos.
Inversiones en productos derivados
Los productos derivados son instrumentos financieros cuyo valor deriva de la evolución de los precios de otro activo, denominado “activo subyacente”, el cuál puede ser una acción, una cesta de acciones, un valor de renta fija, una divisa, materias primas, tipos de interés…
Estos son productos de riesgo muy elevado, pues se encuentran sujetos a lo que se conoce como efecto apalancamiento, que consiste en que la inversión efectivamente realizada es inferior a la exposición real al activo subyacente, por lo que existe un efecto multiplicador tanto de las ganancias como de las pérdidas.