La sostenibilidad es hoy uno de los factores que más influyen a un consumidor a la hora de elegir un producto u otro. Esto ha provocado que las empresas hayan dejado de escatimar en esfuerzos a la hora de unirse a una megatendencia que, dada la fuerza que está adquiriendo, les puede atraer un amplio número de potenciales clientes.
Convertirse en una ‘empresa verde’ no es tan sencillo como podría parecer en un principio. Se necesita mucho tiempo, inversión y dedicación, factores que a algunas las empresas les cuesta mucho aplicar. En su lugar prefieren llevar a cabo prácticas engañosas, por ejemplo, presentar como ecológicos productos que no lo son. Es lo que se denomina “Greenwashing”.
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Así es el “Greenwashing”
El término Greenwashing proviene de la unión de ‘green’ (verde) y ‘washing’ (lavado) y fue acuñado por el investigador Jay Westevel en 1986, tras detectar que las campañas ‘verdes’ realizadas por determinados hoteles, en las que se defendía el ahorro del uso de toallas, respondían más a intereses publicitarios, y económicos, que a ecológicos. Un concepto que se ha mantenido hasta el día de hoy.
Tomando como referencia la definición que ofrece la Fundeu BBVA, Greenwashing se podría entender como la estrategia publicitaria utilizada por determinadas compañías para presentarse, a ellas y a sus productos, como entidades respetuosas con el medio ambiente, sin serlo. El objetivo principal de las mismas es, por un lado, esconder sus prácticas reales (más nocivas con la naturaleza) y, por otro, aprovechar el tirón que tiene todo lo catalogado como ‘verde’, tanto a nivel empresarial como de marca.
¿Es posible reconocer el “Greenwashing”?
Las tácticas de “Greenwashing” han evolucionado. Actualmente son variadas y dependen del objetivo que se quiera alcanzar. Sin embargo, existe un listado de prácticas más comunes que definió TerraChoice en 2007 y que se ha mantenido hasta hoy. Son los denominados “7 pecados del Greenwashing”:
- Afirmar que un producto es totalmente ‘verde’ cuando, en realidad, solo cuenta con un conjunto reducido de características sostenibles, siendo el resto irrespetuosas con el medioambiente, solo con el fin de venderlo mejor, y en ocasiones, más caro.
- Asegurar que un producto es sostenible sin aportar pruebas o certificados de un consultor externo que lo verifiquen.
- Utilizar un reclamo ambiental de forma vaga o escueta o, también, bajo una definición muy genérica, de forma que pueda provocar interpretaciones erróneas en los consumidores.
- Usar etiquetas falsas que indiquen que el producto posee una certificación ‘ecológica’ que en realidad no tiene.
- Ofrecer al consumidor información sostenible que, a pesar de ser cierta, le resulte irrelevante o poco útil para la elección del producto en base a su característica más ‘eco’.
- Desviar la atención del consumidor hacia factores que resultan menos dañinos para el medio ambiente, distrayéndole de aquellos que son más peligrosos.
- Incluir información falsa en los productos.
Estas tácticas, ejemplos de ‘mala praxis’, provocan que las acciones de aquellas empresas e industrias que sí trabajan en beneficio del medio ambiente y la sociedad se vean en ocasiones perjudicadas.
BBVA y la Sostenibilidad
En BBVA trabajamos en busca de un mundo más sostenible. Nuestra apuesta por el cuidado del medio ambiente y lo social es firme, hecho que demuestra la inversión realizada en modelos de negocio concienciados por el cuidado del planeta y, también, por el desarrollo de productos que lo fomentan, como la Hipoteca Casa Eficiente BBVA, el Préstamo Eficiencia Energética (para clientes), el Préstamo Coche Ecológico o, también, nuestras soluciones de inversión.
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