Francesca Morelli

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Francesca Morelli es psicóloga y psicoterapeuta. Vive y trabaja en uno de los países más afectado por la pandemia del coronavirus: Italia. Esto la llevó a “escribir un post” o más bien “una reflexión”. Hoy, la explica en “Aprendemos juntos”: “agradezco esta oportunidad de compartirlo con vosotros”. Nos la lee en voz alta, por primera vez: “Creo que el cosmos tiene su manera de reequilibrar las cosas y sus leyes, cuando estas se ven alteradas”. Y reflexiona:

“El tiempo que estamos viviendo, lleno de anomalías y paradojas, da que pensar. En un momento en que el cambio climático, causado por los desastres ambientales, ha alcanzado niveles preocupantes, China, en primer lugar, y muchos países a continuación, se ven obligados al bloqueo”. Esto a hecho, por un lado, que “la economía se colapse” y, por otro, que “la contaminación baje de manera considerable”. De hecho, hoy “el aire mejora”. Es cierto que “se usan mascarillas, pero respiramos”.

En este momento histórico “en el que ciertas ideologías y políticas discriminatorias, con fuertes referencias a un pasado mezquino, se están reactivando en todo el mundo, llega un virus que nos hace experimentar que, en un instante, podemos convertirnos en los discriminados, los segregados, aquellos atrapados en la frontera o los que traen enfermedades”. Incluso “si no tenemos la culpa. Incluso si somos blancos, occidentales y viajamos en primera clase”. 

Todo en una “sociedad basada en la productividad y el consumo” en la que todos “corremos 14 horas al día detrás de no sabemos exactamente qué, sin sábados ni domingos, sin días rojos en el calendario”. En esta, de repente, “se para todo”. Nos vemos obligados a estar “encerrados en casa, días y días, contando las horas de un tiempo que ha perdido el valor” dado que “este no se mide en retribución de algún tipo o en dinero”. Esto plantea una pregunta: “¿Sabemos qué hacer con él sin un fin específico?”.

En una etapa “en la que la crianza de los hijos, forzosamente, se delega a menudo en otras figuras e instituciones”, el virus “cierra las escuelas y nos obliga a encontrar soluciones alternativas” con las que “unir a las madres y los padres con sus hijos”. Nos obliga “a volver a ser familia”. Y lo hace en una dimensión en el que “las relaciones, la comunicación y la socialización se juegan principalmente en el ‘no espacio de lo virtual’, de las redes sociales”, dándonos solo una ilusión de cercanía dado que “el virus nos quita esa verdadera cercanía: la real”. Actualmente, no es posible que “nadie se toque”, es decir, “nada de besos o de abrazos”. Cualquier muestra de cariño debe hacerse “a distancia, en la fría ausencia de contacto”. Así, la pregunta aquí es: “¿Cuánto hemos dado por sentado estos gestos y su significado?” 

En una fase social “en la que pensar en uno mismo se ha convertido en la norma”, el virus “nos envía un mensaje claro: la única forma de salir de esta, es la reciprocidad, el sentido de pertenencia, la comunidad”, o lo que es lo mismo “sentir que se forma parte de algo más grande que hay que cuidar y que puede cuidar de nosotros”. Hablamos de la responsabilidad compartida o “sentir que de tus acciones depende no solo tu suerte, sino la de todos aquellos que te rodean. Y que tú dependes de ellos”. Así que, “si dejamos de hacer esta caza de brujas, de preguntarnos de quién es la culpa o por qué ha sucedido todo esto y nos preguntamos qué podemos aprender de esto, creo que todos tenemos mucho en qué pensar y comprometernos”. Porque, como dice nuestra invitada: “con el cosmos y sus leyes, evidentemente, estamos profundamente endeudados. Y nos lo está explicando el virus a un alto precio”.