No falla, ¿verdad? Dices ‘intercambio’ y la palabra ‘económico’ ya está ahí, esperando para ser pronunciada: ‘intercambio económico’. Son dos términos que, de tan repetidos, hoy parece imposible separarlos. Pero así funciona el cerebro humano: asocia esos elementos que suelen ir juntos de manera habitual. Y, ciertamente, muchos de los intercambios entre personas tienen un importante componente económico. Con dinero, por ejemplo, se adquieren alimentos, medicinas, ropa, libros, electrodomésticos, artículos de decoración, billetes de avión y un sinfín adicional de bienes y servicios cotidianos.
Sin embargo, hay numerosos intercambios en los que el aspecto monetario no juega papel alguno o, en todo caso, uno muy secundario. Intercambiar es una actividad que no solo se conjuga con el verbo comprar, sino que las personas realizan intercambios cuando se saludan, conversan, dan o reciben una cosa (quizá la comparten), viajan, traducen, reciclan… Porque la mayoría de las acciones que llevan a cabo los seres humanos en su vida generan intercambios de bienes y también de ideas, aficiones, experiencias, visiones del mundo e inquietudes.
¿Y dónde nace esta necesidad, tan fuerte como humana, de intercambiar? Si quieres saber más, ¡no dejes de leer!
¿Por qué el intercambio entre personas es tan necesario?
Curiosamente, la lectura (como la que ahora haces de este ‘post’) resulta otra modalidad de intercambio. En los libros, igual que sucede con el cine o la música, se origina un intercambio de información, opiniones, puntos de vista y emociones. Por supuesto, existen múltiples tipos de intercambio. Y si se trata de concretar una definición del propio concepto de intercambio, este podría resumirse en el acto de entregar una cosa a alguien, recibiendo algo a cambio.
No obstante, esta ‘cosa’ u objeto que vendría a cambiar de manos durante el intercambio no guarda obligación de ser un artículo material. Como se apuntaba más arriba, no pocos intercambios se completan o, incluso, se basan en vivencias, palabras y sentimientos. Aunque todo intercambio entre personas sí requiere cierta reciprocidad entre las partes que participan del mismo.
De cualquier modo, el término intercambio cuenta con diversas aplicaciones, que van más allá del ámbito financiero. ¿Conoces formas de intercambio que no supongan únicamente traspasos y pagos económicos? En el siguiente apartado, verás recogidas varias de ellas.
¿Todo un mundo de intercambios más allá del dinero?
Traducir un texto del inglés al castellano, chatear en redes sociales o reciclar botellas de vidrio son ejemplos de intercambios entre personas en los que el factor económico no está presente y, pese a que pueda surgir en algún momento posterior, este nunca será el núcleo o la razón de dicho intercambio. Hasta en una subasta de arte, donde las cifras millonarias y un hipotético interés de especular, por parte del comprador, con las piezas intentan acaparar la atención, las obras de arte son las auténticas protagonistas de ese intercambio, que siempre consistirá en algo más que un mero intercambio económico.
Sin duda, los intercambios sin dinero de por medio son frecuentes. A los supuestos anteriores, pueden sumarse situaciones del día a día de cada uno, como los encuentros y las charlas con familiares, amigos o compañeros. Recuerda que cuando transmites a otra persona o recibes algo de ella, estás formando parte de un intercambio. Entonces, tal vez te puedes preguntar: ¿Qué determina que haya intercambio o no? ¿Y cuáles son los elementos que jamás deberían faltar en uno?
¿Cómo pueden producirse los intercambios entre las personas?
Los intercambios entre personas pueden ayudar a cuidar del medio ambiente
Reciclar una botella de vidrio constituye un intercambio entre personas, porque con ese gesto tan pequeño contribuyes a la defensa del medio ambiente, una tarea que ocupa y preocupa a toda la sociedad. El cambio climático está provocando graves efectos sobre la salud y situación económica de miles de millones de seres humanos.
Junto a las emisiones descontroladas a la atmósfera de gases de efecto invernadero, la falta de reutilización y reciclaje de los residuos es precisamente la otra causa principal de los riesgos medioambientales actuales: fenómenos meteorológicos extremos, mayor desertización, escasez en las reservas de agua dulce y pérdida de biodiversidad, entre otros muchos peligros.
Comprometido con el cuidado de la naturaleza, el empleo de energías limpias y la reducción a cero de su huella de carbono, BBVA en este año 2020 será neutro en emisiones de dióxido de carbono (CO2). La iniciativa se encuadra dentro del Compromiso 2025 de BBVA, un plan lanzado por la entidad con el firme propósito de avanzar hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
Si deseas conocer más acerca de esta y otras acciones que BBVA impulsa para fomentar el desarrollo sostenible y una relación ética y respetuosa con los ecosistemas, puedes encontrar más información al respecto en bbva.es y a través de la ‘app’ de BBVA.