Cuando se contrata un plan de pensiones, éste se nutre a través de las aportaciones que efectúa el partícipe. Estas aportaciones, dependiendo de su frecuencia, pueden ser de dos tipos: periódicas o puntuales.
Las aportaciones periódicas son aquellas que se hacen regularmente, con una frecuencia determinada. Lo normal es que estas aportaciones se hagan de manera mensual o trimestral, pero es posible elegir otras periodicidades. Es posible además suspender las aportaciones programadas y retomarlas en cualquier momento.
Por otro lado, las aportaciones puntuales son aquellas que se hacen de forma esporádica, cuando el cliente considera que puede desembolsar una cierta cantidad de dinero o en momentos muy concretos del año. Precisamente, lo habitual para este tipo de aportaciones es que se concentren en dos momentos en los que los partícipes recuerdan las bondades fiscales de aportar a planes de pensiones: en los meses de campaña de IRPF y en las últimas semanas del año, en los que se cierra el ejercicio fiscal y se acaban las oportunidades de aportar y desgravarse en el mismo.
Ante estas dos opciones a la hora de aportar al plan de pensiones, ¿cuál es la más interesante para el cliente?
Los beneficios de aportar de manera regular al plan de pensiones
Cuando un cliente decide comenzar a aportar a un plan de pensiones, lo más recomendable es hacerlo de manera periódica. Y no son pocos los motivos.
El primero tiene que ver con el tipo de esfuerzo económico que supone aportar al plan de manera regular y periódica, en pequeñas cantidades que no supongan un gran esfuerzo para la economía doméstica. Lo contrario supone desembolsar una importante cantidad de dinero una o dos veces al año si se quiere mantener el nivel de ahorro e inversión, lo cual no siempre es posible por culpa de los imprevistos económicos.
De hecho, las entidades bancarias facilitan el aporte periódico al plan de pensiones a través de ingresos automáticos que se realizarán cada mes o cada trimestre, sin que el cliente deba preocuparse por aportar a su plan. De esta manera, cada aportación se podría computar dentro de la economía familiar o personal como un gasto más –en realidad inversión– dentro de las cuentas cotidianas. Es posible también programar revalorizaciones periódicas de las aportaciones, como por ejemplo ordenar que éstas se revaloricen automáticamente todos los meses de enero para ajustarse a la inflación.
Pero la mayor ventaja de aportar de manera regular al plan de pensiones viene con la diversificación del riesgo. Cabe recordar que, como producto de inversión, cada aportación al plan de pensiones supone la adquisición de participaciones de dicho plan. Y el valor de estas, el denominado valor liquidativo, varía de manera diaria; de esta forma, si el cliente solo aporta una vez al año al plan comprará todas sus participaciones al mismo precio, y estas pueden estar más caras o baratas que en meses anteriores. Es decir, aumenta el riesgo de comprar a un precio desfavorable.
Sin embargo, con las aportaciones mensuales o trimestrales, el riesgo se diluye con la compra de participaciones de diferentes precios. Se consigue lo que se conoce como “precio medio”, que ayuda a diluir los picos de cotización. A largo plazo, esta opción puede resultar más segura para el inversor.
Por último, cabe recordar que las aportaciones a planes de pensiones tienen un límite máximo anual establecido en 1.500 €, que no debe confundirse con el límite anual de desgravación, que está fijado en 1.500 € anuales o el 30 % de la suma de los rendimientos netos del trabajo y de actividades económicas percibidos individualmente en el ejercicio.